lunes, 13 de abril de 2020

El silencio y la emoción

El silencio y la emoción

Los vientos del aislamientos nos traen imágenes, recuerdos, encuentros que no están y abrazos y caricias que viven en el tiempo. Las emociones anidan en la memoria porque en ella encuentran su ausencia y, a la vez, la cercanía. Cercanía necesaria porque sin la emoción ni la existencia tendría cabida.
Pensemos en el silencio, todos le requerimos en algún momento y con él todos sentimos el miedo, la angustia, la ansiedad. Y, al instante de sentirlo, huimos en busca de otra persona, a comunicarnos, a sentir al otro aunque, muchas veces, ni tan siquiera escuchemos lo que nos diga.
Y en estos momentos, el reloj de nuestra actividad  se para y cada uno debe pararse a la fuerza y mirarse porque no podemos escapar a ese silencio interior que siempre ha existido pero al que hemos abandonado hace tiempo. Debemos alimentar nuestro silencio con alegría, con ánimo, con esperanza. Cada día hay millones de actividades por hacer y que ayer eran desconocidas. Tenemos que sembrar nuestro tiempo con el silencio que proporciona vitalidad  y nuevas iniciativas para nuestra vida. El mundo no se detiene, el tiempo sigue jugando con nosotros dibujándonos una nueva situación de la que tenemos que aprender y con la que tenemos que aprender sabiendo sacar de cada segundo el impulso suficiente para  construir minutos de ilusión y de fuerza para que la hora se antoje tiempo ganado, aprendido, vivido y que siembre un nuevo yo más cercano a lo humano y menos encogido.
De esta cuarentena saldremos reforzados, humanizados y, creo yo que sobretodo, más felices porque valoraremos más la esencia de nuestra humanidad y viajaremos más despacio por el camino que hace cada una de nuestras vidas.

Fco. Javier Lastra Freige
Psicólogo

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